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Castro Chamartin

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Castro Chamartin, Ávila, Spain

Una de las cosas que más me llamaron la atención es el campo de piedras hincadas, que aún se conserva. Los campos de piedras hincadas constituían un complemento defensivo muy importante de los castros meseteños en el sector montañoso.
Eran construidos en las zonas de acceso más facil, fundamentalmente en las puertas de las murallas. Se trata de piedras de cierto tamaño enterradas en parte, dejando sobresalir su extremo más puntiagudo. La proximidad de unas a otras y su disposición intencionadamente irregular, construyó un obstáculo para la infantería y, sobre todo, para la caballería.

El Castro de la Mesa de Miranda es un asentamiento vetón descubierto a principios del siglo XX y catalogado por el arqueólogo Juan Cabré en la década de los treinta.

El castro ocupa una superficie aproximada de 30 ha en la zona conocida como la Mesa de Miranda. Está situado en un terreno natural alto, desde el cuál se controla un amplio terreno desde una posición fácilmente defendible. Consta de tres recintos: Castillo Bajero de forma rectangular con 1.303 m de perímetro amurallado, se le adosa por el sur el segundo recinto Castillo Cimero con forma de trapecio y 1.176 m de perímetro.

Ambos recintos están comunicados por sendas puertas flanqueadas por torres. El tercer recinto flanquea a los dos anteriores por la zona Este, por las dimensiones de este tercer recinto se cree que pudiera ser un encerradero de ganados.

En conjunto el castro se halla defendido por una muralla de 2.832 m de longitud y unos 5 m de anchura media, construida a base de grandes bloques de piedra. El emplazamiento no es el habitual en este tipo de poblados ya que está desprotegido por los flancos sur y este, aunque en el nor-noreste esta levantado sobre una pendiente muy pronunciada. Esta especial situación pudo verse determinada porque la zona sur y este dan a la sierra, y la zona norte y noreste hacia las llanuras, que podrían ser la zona realmente más conflictiva.

Asegurarse una buena defensa fue, pues, el objetivo de las gentes del poblado, que más que ser un pueblo guerrero era un pueblo que temía el ataque de otro. A medida que los enemigos se fortalecían los castros se fueron fortificando y rodeándose de campos de piedras hincadas. Este tipo de defensa era muy útil para frenar los ataques que se hacían a caballo.

Según se deduce de las excavaciones realizadas en la zona la necrópolis data del siglo III a. C. hasta entrado el siglo III , hasta entonces hubo enterramientos. La muralla hubo de construirse a finales del siglo III a. C. o principios del siglo IV a. C.

El castro, que ha sido restaurado recientemente, posee diversos recintos y una extensa necrópolis cuyos ajuares fueron catalogados por Cabré.

Es una zona fría de canchales graníticos de tierras aptas solo para pastos por lo que sus gentes han sido siempre ganaderas. Es un emplazamiento ciertamente estratégico con agua abundante y fácilmente defendible de cualquier ataque exterior.

El yacimiento lo constituyen el poblado fortificado, como área de vivienda y la necrópolis correspondiente. Al castro se asocia la necrópolis de La Osera -nada más entrar al recinto a la izquierda- con sus cipos funerarios y los restos de un túmulo bien conservados.

Con un sistema defensivo de triple muralla y campos de piedras hincadas situados estratégicamente, impresiona la extensión del poblado ( 30 ha ), cuyo carácter defensivo se nos va mostrando a medida que recorremos el itinerario marcado -que aconsejamos seguir - y nos adentramos en éste hacia el norte.

El primer recinto era el destinado a las viviendas y los edificios públicos, de los que apenas se han encontrado restos.

Es impresionante el acceso al tercer recinto, desde donde se puede caminar hasta la puerta sudeste del Recinto I, ante la que se conserva el foso semienterrado y magníficas áreas de piedras hincadas para dificultar los ataques. El recorrido hasta el extremo norte del castro permite apreciar su estratégica situación protegido por dos profundos valles y controlando el paso a la sierra desde las llanuras del Duero.

Algunas teorías sostienen que el Recinto III fue levantado para reforzar las defensas ante la llegada de los romanos. Esto se basa en que fue construido a grandes velocidades, ya que está situado encima de la zona de enterramientos, a lo que los vettones rendían gran culto.

Ante la puerta del tercer recinto se extendía una extensa necrópolis, denominada de La Osera por la gran cantidad de restos óseos encontrados allí.

La necrópolis fue excavada en los años treinta. Se excavaron más de dos mil tumbas de diversa tipología, pero todas de incineración, con diversas agrupaciones, con estelas y estructuras tumulares; una de ellas, probablemente de un gran personaje, se respetó al construir el tercer recinto y se incluyó en un espacio adecuado en el interior de la muralla. Las tumbas contenían vistosos ajuares que se guardan el Museo Arqueológico Nacional. Hay un inventario de todas ellas.

Según se deduce de las excavaciones realizadas en la zona la necrópolis data del siglo III antes de Cristo hasta entrado el siglo III, hasta entonces hubo enterramientos. La muralla hubo de construirse a finales del siglo III o principios del IV.
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